Atal honetan Amaia B., Itxaso C., Ainhoa M., Mireia U., Oihane J., Maitane T., Mirari U, Oihana V, Marina B, Jone E, Amaiur L. egileen lana argitaratuko da.
TEXTO
TXANOGORKITXO
Hola, soy Gorka y tengo 14 años. Me siento ridículo escribiendo esto,
pero algo me impulsa a hacerlo.
Vivo en un barrio de clase alta en Madrid y, aunque aquí todo lo
pinten bien, esto está lleno de mierda. Quiero mucho a mi familia y sé que me
quieren, pero aun así no puedo evitar sentirme invisible. En casa tengo a todos
engañados, finjo que todo va bien cuando llego, pero no es así. Lo hago porque
no quiero que me vean mal, pero no puedo más.
FOTOGRAFÍAS
Todo empezó cuando me mudé aquí. No sé
por qué, la tomaron conmigo. Me convertí en el hazmerreir del curso sin
motivo aparente. A día de hoy aún no entiendo por qué.
Al principio pasaba desapercibido. El primer día nadie me prestó
atención pero hubo un chico que me miró amenazante, como un lobo. Fue por poco
tiempo, pero en ese momento supe que algo no iba bien, aunque no le di
importancia. Al fin y al cabo era el chico nuevo, y quizás eran mis
imaginaciones, los nervios del primer día.
Los días pasaban lentos y aburridos pero yo notaba que algo cambiaba,
ya no era solo la mirada de ese chico, sino la de de todo su grupo de amigos, como una manada.
Cuando pasaba al lado suya murmuraban y se reían. Empezaron a llamarme mamona
delante de toda la clase y hasta me lo escribieron en la mesa con un rotulador
que no se podía borrar, como si ya estuviese marcado.
Un día la cosa fue más fuerte, más dura y más humillante. Mientras iba
por el pasillo, para bajar al recreo a mi rincón de siempre uno de ellos me
escupió en la cara, hice como si nada y me fui al baño pero en realidad me
sentí peor que nunca.
Desde ese día no quise volver al instituto, porque a partir de ahí, me
pegaban collejas, pequeñas bofetadas, me
amenazaban, me tiraban mis cosas al suelo o incluso escaleras abajo... Yo no
sabía que hacer, me daba miedo contar lo que pasaba a cualquiera así que
callaba y mentía mientras sufría en silencio.
Pero lo de esta vez ya ha sido demasiado.
Después de gimnasia, como siempre, he esperado a que todos se fueran
y, cuando he visto que el vestuario estaba vacío, me he metido en la ducha. Al
salir, mis cosas no estaban. Sólo había una sudadera roja colgando del perchero
por la capucha.
Al principio he pensado que tenía que ser un error y he buscado por
todas partes una y otra vez, hasta que he entendido que era otra broma más.
Conteniendo las lágrimas y con un nudo en la garganta, me he puesto la sudadera
roja que me llegaba un poco más arriba de las rodillas. Mientras oía que me
gritaban txanogorkitxo mamona, y otras cosas que prefiero olvidar, he ido
corriendo hasta casa lo más rápido posible,
sujetándome la sudadera para que no se me viera nada.
Otras veces suelo esconderme en el cuarto de contadores e intento
dejar de llorar para que mi familia no me vea así, pero esta vez las llaves
estaban con mi ropa, así que he tenido que tocar el timbre. Me ha abierto mi
hermano Fran y, sin decirle nada, me he encerrado en mi cuarto.
Tenía un mensaje en el móvil: “mamona, k sepas k te emos grabau; si t
chivas lo subimos”.
No quería que esto pasará de ningún modo, pero me parecía que tenía la
obligación de contarle a mi hermano todo. Se ha puesto como un loco, nunca lo
había visto tan enfadado. He oído un portazo y he ido a su habitación; he visto
que no estaba su bate. Sé cómo es mi hermano, y
en ese momento me he imaginado lo peor.
Pido perdón a mi familia, sé que lo van a pasar fatal. Pero ya no
aguanto más. Vivo en un chalet de tres pisos y aun así me duermo llorando y me
despierto con miedo.
No sé cuándo empezó todo esto, pero sé que ha llegado el final.
FOTOGRAFÍAS
TEXTO (PRIMERA PARTE)
FOTOGRAFÍAS (PRIMERA PARTE)
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