viernes, 22 de enero de 2016

Txanogorkitxo



Atal honetan Amaia B., Itxaso C., Ainhoa M., Mireia U., Oihane J., Maitane T., Mirari U, Oihana V, Marina B, Jone E, Amaiur L. egileen lana argitaratuko da.


TEXTO


 TXANOGORKITXO
Hola, soy Gorka y tengo 14 años. Me siento ridículo escribiendo esto, pero algo me impulsa a hacerlo.
Vivo en un barrio de clase alta en Madrid y, aunque aquí todo lo pinten bien, esto está lleno de mierda. Quiero mucho a mi familia y sé que me quieren, pero aun así no puedo evitar sentirme invisible. En casa tengo a todos engañados, finjo que todo va bien cuando llego, pero no es así. Lo hago porque no quiero que me vean mal, pero no puedo más.

Todo empezó cuando me mudé aquí. No sé  por qué, la tomaron conmigo. Me convertí en el hazmerreir del curso sin motivo aparente. A día de hoy aún no entiendo por qué.
Al principio pasaba desapercibido. El primer día nadie me prestó atención pero hubo un chico que me miró amenazante, como un lobo. Fue por poco tiempo, pero en ese momento supe que algo no iba bien, aunque no le di importancia. Al fin y al cabo era el chico nuevo, y quizás eran mis imaginaciones, los nervios del primer día.
Los días pasaban lentos y aburridos pero yo notaba que algo cambiaba, ya no era solo la mirada de ese chico, sino la de  de todo su grupo de amigos, como una manada. Cuando pasaba al lado suya murmuraban y se reían. Empezaron a llamarme mamona delante de toda la clase y hasta me lo escribieron en la mesa con un rotulador que no se podía borrar, como si ya estuviese marcado.
Un día la cosa fue más fuerte, más dura y más humillante. Mientras iba por el pasillo, para bajar al recreo a mi rincón de siempre uno de ellos me escupió en la cara, hice como si nada y me fui al baño pero en realidad me sentí peor que nunca.
Desde ese día no quise volver al instituto, porque a partir de ahí, me pegaban collejas, pequeñas bofetadas,  me amenazaban, me tiraban mis cosas al suelo o incluso escaleras abajo... Yo no sabía que hacer, me daba miedo contar lo que pasaba a cualquiera así que callaba y mentía mientras sufría en silencio.
Pero lo de esta vez ya ha sido demasiado.
Después de gimnasia, como siempre, he esperado a que todos se fueran y, cuando he visto que el vestuario estaba vacío, me he metido en la ducha. Al salir, mis cosas no estaban. Sólo había una sudadera roja colgando del perchero por la capucha.
Al principio he pensado que tenía que ser un error y he buscado por todas partes una y otra vez, hasta que he entendido que era otra broma más. Conteniendo las lágrimas y con un nudo en la garganta, me he puesto la sudadera roja que me llegaba un poco más arriba de las rodillas. Mientras oía que me gritaban txanogorkitxo mamona, y otras cosas que prefiero olvidar, he ido corriendo hasta casa lo más rápido posible,  sujetándome la sudadera para que no se me viera nada.
Otras veces suelo esconderme en el cuarto de contadores e intento dejar de llorar para que mi familia no me vea así, pero esta vez las llaves estaban con mi ropa, así que he tenido que tocar el timbre. Me ha abierto mi hermano Fran y, sin decirle nada, me he encerrado en mi cuarto.
Tenía un mensaje en el móvil: “mamona, k sepas k te emos grabau; si t chivas lo subimos”.
No quería que esto pasará de ningún modo, pero me parecía que tenía la obligación de contarle a mi hermano todo. Se ha puesto como un loco, nunca lo había visto tan enfadado. He oído un portazo y he ido a su habitación; he visto que no estaba su bate. Sé cómo es mi hermano, y  en ese momento me he imaginado lo peor.
Pido perdón a mi familia, sé que lo van a pasar fatal. Pero ya no aguanto más. Vivo en un chalet de tres pisos y aun así me duermo llorando y me despierto con miedo.
No sé cuándo empezó todo esto, pero sé que ha llegado el final.


FOTOGRAFÍAS













 TEXTO (PRIMERA PARTE)
FOTOGRAFÍAS (PRIMERA PARTE)

Gorritxoaren txanoa

Atal honetan Nahia A, Ainhoa A, Maite B, Edurne B, Saioa C, Maria G, Maider L, Maider M, Naroa O, Maitane Perez de H,Sergio R, Leire R. egileen lana argitaratuko da.

TEXTO

Erase una vez en un reino muy lejano, una doncella de 16 años

llamada Andrea, provenía de una familia honorable, creyente y de

buena cuna.

Su cabello era oscuro como la noche, su mirada era verde y profunda

como el bosque. A pesar de que sus padres la llenaban de todo tipo de

lujos, ella era una chica muy sencilla y no le gustaba llamar la

atención. Acostumbraba a llevar un abrigo rojo que le regaló su abuela

antes de morir.

Debido al buen prestigio de su familia sus padres la tenían muy

controlada y no tenía la vida adolescente con la que ella soñaba.

Me da vergüenza ir hacia mi padre, se cual va a ser su respuesta; que

no, que no puedo salir, y como siempre otra noche más encerrada.

Estoy harta.

­Papá, me preguntaba si podría ir a la fiesta que organiza Patricia en su

casa, solo estaremos un par de amigas y no tendrás que venir a

buscarme, me quedaré allí a dormir.­Me siento aliviada, por lo menos lo

he intentado.

Papá tarda unos minutos en responderme:

­No se porqué me sigues preguntando esas cosas a estas alturas de la

vida, ya sabes cual es la respuesta, no.

­Pero.....­No puedo acabar la frase por que mi padre, decidido, ya se

está marchando del cuarto de estar.

Yo hago lo mismo, mi padre tiene razón, no se porque le sigo

preguntando lo mismo día tras día. Me dirijo a mi habitación con el móvil

en la mano “Patri, mi padre dice que no, ya sabes, lo siento, ya

hablaremos el Lunes” mando el mensaje y apago el móvil.

Me meto en mi cama con rabia acumulada.

Estoy harta.

Miro por la ventana y veo como mi vecino sale de casa. Es ahora o

nunca, la casa es demasiado grande como para que se den cuenta de

que me e ido.

Cojo el abrigo.

Las 22:30

Me pinto los labios de rojo. Bajó corriendo las escaleras, me coloco la

minifalda y me pongo las botas rápidamente.

Abro la puerta y gritó: ­ ¡Iván! ¡Espérame! ­ él se gira y me mira extrañado, probablemente

porque nunca me había visto así vestida, pero me da igual. ­ ¿Quieres que te lleve? ­ Asiento y me abre la puerta del coche.

Me siento eufórica, es una sensación que nunca había tenido antes, por

fin he desobedecido a mis padres. Tendría que haberme sentido así

hace mucho tiempo. El coche está en silencio pero yo quiero gritar,

gritar que por fin soy yo.

Nunca había estado tan segura de una decisión.

No temo a las consecuencias.

PARTE II

Centro de la ciudad, las 23:00.

Miro hacia los lados y me pregunto qué hago aquí, debería estar en

casa, he desobedecido a mis padres y me siento fatal, me siento muy

mala hija, soy una irresponsable. No debería estar aquí.

Siento que todo el mundo me mira, este lugar no es para mí.

Miro a la derecha y veo grupos de amigos bebiendo y riendo, a la

izquierda veo a dos chicas de la mano. Una de ellas se parece a Patricia

pero no puede ser, ella nunca saldría por el centro, prefiere las

discotecas.

Me muevo para poder verla mejor. Si, es ella, estoy segura. De repente

se besan.

No entiendo nada, ¿a qué viene esto? Nunca pensé que le gustaran las

chicas, pero menos que me mintiera.

Alguien me agarra del brazo y me tambaleo. Chillo, pero veo un rostro

conocido y me tranquilizo. Es David, mi compañero de clase:

­Hostia Andrea, ¿qué haces aquí?­ Me pregunta él.

­Pues me he enfadado con mis padres y me he ido de casa.

­Joder que cambio, ¿no?­ se ríe­ ¿Te vienes conmigo a tomarnos algo?­

Me agarra de la mano sin darme tiempo a decir nada y nos dirigimos a

un bar.

Parece un bar pequeño desde fuera, pero no es así, hay unas escaleras

que llevan al bar; la barra está a la izquierda llena de botellas y vasos

con hielo. Suena una música que no había escuchado, hay muchas

luces que me desconciertan.

Parece que David ha elegido por mi la bebida, me trae un vaso grande

con algo dentro.

No me lo pienso, directamente bebo un trago.

Arde; arde y raspa la garganta, lo noto como si fuese fuego.

Me gusta.

David y yo bailamos durante mucho tiempo. Pierdo la noción del tiempo

y de poco en poco voy dando sorbos largos al vaso.

Cuando empiezo a sentirme incómoda llamo a David y nos vamos hacia

la calle.

Hay más gente de la que pensaba, es difícil andar y los pies se me

pegan al suelo.

Creo que he perdido a David, me giro y lo busco con la mirada, no lo

veo. Avanzo hacia delante y por fin lo veo. Está en un callejón oscuro y

parece estar hablando con alguien. Me acerco y me agarro a su brazo.

Se asusta, pero cuando me ve se tranquiliza.

El chico con el que esta hablando va vestido de negro, la cazadora, los

pantalones y las zapatillas. Parece una sombra viviente, pero su cara es

tan blanca que llama la atención.

  El chico joven saca del bolsillo una pequeña bolsa, se la entrega a

David y se marcha por la pequeña calle.

­¿Quieres? ­ me pregunta David señalando la bolsa. No reconozco lo

que lleva dentro.

­¿Que es? ­ le pregunto.

­No me preguntes, solo te hará sentir mejor. ­ abre la bolsa y de una

cartera saca una tarjeta, hace una línea recta con los polvos.

Estoy flipando, no porque me haya ofrecido droga sino porque David la

consume. Miro a mi alrededor y veo gente repitiendo lo que hace David.

No creo que me haga daño probar un poco, puede que me siente bien

como él dice,no tengo nada que perder. No me lo voy a pensar más,

veo como hace David y le imito, duele un poco pero poco a poco el dolor

pasa.

PARTE 3

Tengo la sensación de que me están taladrando la cabeza, me

encuentro entre las sábanas de mi cama, cosa que me extraña porque

no se como he llegado aquí. Lo último que recuerdo es la sensación de

dolor en la nariz y una visión turbia de las calles.

Me voy a la ducha y cuando me desnudo veo moratones en las piernas,

supongo que anoche me caí al suelo porque bebí bastante.

Poco a poco voy acordandome de cosas; David agarrandome del brazo,

me veo cayéndome al suelo, me veo riendome a carcajadas y me veo

perdida entre la gente, perdida sin David.

PARTE 4

Lunes 8:10 de la mañana. Mierda. Llego tarde, muy tarde, no me da

tiempo de llegar al colegio, llamo a mi padre y me dice que el me lleva,

me visto y salgo corriendo al coche.

Las 8:35 de la mañana.

Entro a clase, la profesora no ha llegado todavía, me siento en mi sitio y

hablo con mis amigas; Patricia me cuenta cómo le fue la fiesta, pero no

lo presto mucha atención a lo que dice, sigo pensando en la noche del

viernes, y continuo así hasta la hora del recreo.

Salgo a la calle y veo a un chico vestido de negro en la esquina de la

plaza. Me suena mucho la cazadora que lleva, ya la he visto en algún

otro sitio, me esta mirando muy fijamente como si fuera un lobo. Se va

acercando con las manos en los bolsillos.

Se me eriza la piel y siento el impulso de salir corriendo, pero estoy

petrificada.

Conforme se va acercando, voy recordando cosas. Un flashback acude

a mi cabeza, visualizo al mismo chico, el viernes por la noche. Es el

amigo de David, el que le vendió la droga.

Quiero irme, pero ya es demasiado tarde como para hacer nada.

Cuando pienso que por fin va a dirigirme la palabra, se saca una

pequeña bolsa del bolsillo y me la señala con la mirada, a la vez que

sonrie de una manera macabra.

Entonces consigo reaccionar y después de negarle repetidas veces con

la cabeza de una manera nerviosa, salgo de allí lo antes posible y me

voy a casa.

PARTE 5

Viernes, 19:30.

Han pasado dos semanas desde aquella fatídica noche y no paro de ver

al mismo chico en distintos lugares; en la puerta del colegio, en la

iglesia, desde la ventana de mi casa... Me siento desprotegida,

observada, afligida y cada vez que se da cuenta de que he sentido su

presencia, me vuelve a ofrecer lo mismo de siempre.

Por lo tanto, decido acudir a la única persona que sabe calmarme y me

transmite seguridad; mi abuela.

Después de pasar por una floristería y comprarle sus flores favoritas, los

lirios, me dirijo al cementerio donde esta enterrada.

Esta un poco apartado de la ciudad y esta empezando a anochecer.

Me tiemblan las piernas cuando consigo llegar hasta su tumba.

Cuando entro, la puerta chirría. No hay absolutamente nadie, ya que es

un poco tarde. Me encamino hacia su tumba, que esta entre las últimas.

Una vez delante de ella, dejo las flores en la lápida y dejo correr mis

lágrimas, mientras me arrodillo, al igual que me pasa desde que murió

hace pocos meses.

Todavia la puedo escuchar hablando, riendo y echandome la bronca por

dejar comida en el plato. La siento tan viva que no acepto su muerte, la

siento cuando me despierto y cada vez que me suena el móvil pienso

que ella me esta llamando para preguntarme por mis notas. Pero hace 5

meses que no llama y que no me da la paga, y que no se rie conmigo y

que no me echa la bronca.

Le empiezo a explicar los últimos acontecimientos de mi vida, y de algún

modo vuelvo a sentir que me escucha, desde alguna parte.

Estoy tan abstraída en mis pensamientos que no me doy cuenta de que

no estoy sola, hasta que escucho una fuerte respiración en mi espalda,

como si fuera el jadeo de una bestia.

Poco a poco me giro, cuando noto una mano en mi hombro, se lo que

me voy a encontrar.

Reconocería esa mirada de lobo en cualquier parte.


FOTOGRAFÍAS (PRIMERA PARTE)

 
 












 

Maniako-depresiboak

Atal honetan Ainhoa L., Nerea L., Isabel M., Michelle S., Dani W., Mikel G., Khady S.,
Nastia E., Mikel A., Edurne L., Aitor P. eta Xabier S. egileen lana argitaratuko da.

 TEXTO (PRIMERA PARTE)


-       Abuela, no olvides tomarte las pastillas.

-       ¡Que sí! ¡Déjame en paz!

Ya es la tercera vez que me lo dice. Estoy harta de que siempre me diga lo mismo, que si las pastillas, que si las inyecciones… mi hija no se tomaba las pastillas y no le ha pasado nada.

Mi nieta se niega a admitir que su madre está viva, desde la última vez que se pelearon no quiere volver a verla. Para ella es como si estuviera muerta.

-       Venga abuela, que llegamos tarde al médico.

-       ¡Que no quiero ir!

-       ¡Abuela que tenemos que ir, date prisa!

-       Shh… no grites, que te van a oír.
Ahí está, esa es la cara que me pone cada vez que digo las verdades que ella no entiende.
                                                       
 ***



-       - Bueno,está bastante bien; me gustaría hablar un momento con su nieta a solas.

-       - ¡Por fin! Ya era hora de que me dejase sola, no entiendo porque no deja que su madre me cuide.

El doctor me ha mirado con cara de preocupación; ya sé lo que me va a decir

-      -  ¿Aún sigue con lo de su hija?

-      -  Ya ve…

-       - ¿No se está tomando las pastillas?
-       - No hay manera de que se las tome… y yo ya no aguanto más. Ahora ha empezado a mirar entre la comida para asegurarse de que no hay pastillas.

-       - Deberías plantearte ingresarla en un centro de salud mental. La pensión de tu abuela le cubriría todos los gastos.
De pronto, la abuela entra en la cosulta. 
-¡Vámonos, que están llegando!
- Esto se tiene que acabar ya.
   ***
-- ¡Cuánto papeleo!

-Nombre: María Dolores
-Apellido: Merino.
-Edad: 83.
-Estado mental: maniacodepresiva, bipolar.
-Agresividad: medicación para ellos.
-Firma: Ana Vera Jiménez.



-- Adiós abuela, vendré a visitarte.
- ¡Ni te molestes!


                                                    ***

  La oscuridad de este lugar refleja el dolor que siento por el abandono de mi nieta. Me llevan a mi pequeña habitación, junto con mi vasito de pastillas de colores. Y entonces, me viene a la cabeza su frase: "tómate las pastillas".
- Vas a tener que compartir habitación, es una buena persona a pesar de sus manías. Creo que te llevarías bien con él.
- ¿Con él?
- Sí, lamentablemente es la única habitación disponible. 
                                                    ***
  Mi compañero de habitación no es muy hablador. De vez en cuando me mira y me guiña un ojo. En esos momentos me acuerdo de la frase "tómate las pastillas". Pero no de las mías. Los efectos secundarios de su medicación hacen que pasemos un buen rato juntos.
                                                     ***
  Todos los días son iguales: la misma comida, la misma bata roja, las mismas personas, las mismas pastillas, los mismos horarios, las mismas manos de los enfermeros en el culo.
                                                     ***
  El otro días soñé que mi hija estaba en medio del pasillo y me gritaba: "¡AYUDAAAAA!".
 Tengo que encontrarla. Tengo que salir de aquí, pero no puedo hacerlo sola; él es la única persona que puede ayudarme.
    ⁃    - Tienes que ayudarme a escapar de este lugar.
    ⁃    - ¿Por qué quieres salir de aquí?
    ⁃    - Prefiero no contestar a eso.
    ⁃    - Vale, pero dejame ir contigo.
    ⁃    - Está bien.
    ⁃     
    ⁃    *    *   *

Fue más rápido de lo previsto, aunque no salió tal y como esperábamos. Fue todo un caballero, actuó muy bien al fingir un ataque epiléptico para que yo, y sólo yo, consiguiera escapar. Es hora de buscar a mi hija.

*    *    *

Han pasado unas pocas horas cuando parece que han pasado días. Todo ha dejado de ser de color rojo. Cada vez lo veo todo más claro.

 Al principio, intentaba huir; ahora comprendo que la única forma de escapar es enfrentarme al lobo. Así finalmente podré reencontrarme con mi hija.

*    *    *

Su cuerpo está dentro del ataúd, pero su alma está con mi madre. No nos dejan ver el cuerpo, pero no lo necesito, ya me despedí de ella en su momento.
 Cuando la vi al borde del precipicio no quise decirle nada, comprendí que era lo mejor para ella. Y también para mí.

  Te quiero, abu.





 

FOTOGRAFÍAS