viernes, 22 de enero de 2016

Gorritxoaren txanoa

Atal honetan Nahia A, Ainhoa A, Maite B, Edurne B, Saioa C, Maria G, Maider L, Maider M, Naroa O, Maitane Perez de H,Sergio R, Leire R. egileen lana argitaratuko da.

TEXTO

Erase una vez en un reino muy lejano, una doncella de 16 años

llamada Andrea, provenía de una familia honorable, creyente y de

buena cuna.

Su cabello era oscuro como la noche, su mirada era verde y profunda

como el bosque. A pesar de que sus padres la llenaban de todo tipo de

lujos, ella era una chica muy sencilla y no le gustaba llamar la

atención. Acostumbraba a llevar un abrigo rojo que le regaló su abuela

antes de morir.

Debido al buen prestigio de su familia sus padres la tenían muy

controlada y no tenía la vida adolescente con la que ella soñaba.

Me da vergüenza ir hacia mi padre, se cual va a ser su respuesta; que

no, que no puedo salir, y como siempre otra noche más encerrada.

Estoy harta.

­Papá, me preguntaba si podría ir a la fiesta que organiza Patricia en su

casa, solo estaremos un par de amigas y no tendrás que venir a

buscarme, me quedaré allí a dormir.­Me siento aliviada, por lo menos lo

he intentado.

Papá tarda unos minutos en responderme:

­No se porqué me sigues preguntando esas cosas a estas alturas de la

vida, ya sabes cual es la respuesta, no.

­Pero.....­No puedo acabar la frase por que mi padre, decidido, ya se

está marchando del cuarto de estar.

Yo hago lo mismo, mi padre tiene razón, no se porque le sigo

preguntando lo mismo día tras día. Me dirijo a mi habitación con el móvil

en la mano “Patri, mi padre dice que no, ya sabes, lo siento, ya

hablaremos el Lunes” mando el mensaje y apago el móvil.

Me meto en mi cama con rabia acumulada.

Estoy harta.

Miro por la ventana y veo como mi vecino sale de casa. Es ahora o

nunca, la casa es demasiado grande como para que se den cuenta de

que me e ido.

Cojo el abrigo.

Las 22:30

Me pinto los labios de rojo. Bajó corriendo las escaleras, me coloco la

minifalda y me pongo las botas rápidamente.

Abro la puerta y gritó: ­ ¡Iván! ¡Espérame! ­ él se gira y me mira extrañado, probablemente

porque nunca me había visto así vestida, pero me da igual. ­ ¿Quieres que te lleve? ­ Asiento y me abre la puerta del coche.

Me siento eufórica, es una sensación que nunca había tenido antes, por

fin he desobedecido a mis padres. Tendría que haberme sentido así

hace mucho tiempo. El coche está en silencio pero yo quiero gritar,

gritar que por fin soy yo.

Nunca había estado tan segura de una decisión.

No temo a las consecuencias.

PARTE II

Centro de la ciudad, las 23:00.

Miro hacia los lados y me pregunto qué hago aquí, debería estar en

casa, he desobedecido a mis padres y me siento fatal, me siento muy

mala hija, soy una irresponsable. No debería estar aquí.

Siento que todo el mundo me mira, este lugar no es para mí.

Miro a la derecha y veo grupos de amigos bebiendo y riendo, a la

izquierda veo a dos chicas de la mano. Una de ellas se parece a Patricia

pero no puede ser, ella nunca saldría por el centro, prefiere las

discotecas.

Me muevo para poder verla mejor. Si, es ella, estoy segura. De repente

se besan.

No entiendo nada, ¿a qué viene esto? Nunca pensé que le gustaran las

chicas, pero menos que me mintiera.

Alguien me agarra del brazo y me tambaleo. Chillo, pero veo un rostro

conocido y me tranquilizo. Es David, mi compañero de clase:

­Hostia Andrea, ¿qué haces aquí?­ Me pregunta él.

­Pues me he enfadado con mis padres y me he ido de casa.

­Joder que cambio, ¿no?­ se ríe­ ¿Te vienes conmigo a tomarnos algo?­

Me agarra de la mano sin darme tiempo a decir nada y nos dirigimos a

un bar.

Parece un bar pequeño desde fuera, pero no es así, hay unas escaleras

que llevan al bar; la barra está a la izquierda llena de botellas y vasos

con hielo. Suena una música que no había escuchado, hay muchas

luces que me desconciertan.

Parece que David ha elegido por mi la bebida, me trae un vaso grande

con algo dentro.

No me lo pienso, directamente bebo un trago.

Arde; arde y raspa la garganta, lo noto como si fuese fuego.

Me gusta.

David y yo bailamos durante mucho tiempo. Pierdo la noción del tiempo

y de poco en poco voy dando sorbos largos al vaso.

Cuando empiezo a sentirme incómoda llamo a David y nos vamos hacia

la calle.

Hay más gente de la que pensaba, es difícil andar y los pies se me

pegan al suelo.

Creo que he perdido a David, me giro y lo busco con la mirada, no lo

veo. Avanzo hacia delante y por fin lo veo. Está en un callejón oscuro y

parece estar hablando con alguien. Me acerco y me agarro a su brazo.

Se asusta, pero cuando me ve se tranquiliza.

El chico con el que esta hablando va vestido de negro, la cazadora, los

pantalones y las zapatillas. Parece una sombra viviente, pero su cara es

tan blanca que llama la atención.

  El chico joven saca del bolsillo una pequeña bolsa, se la entrega a

David y se marcha por la pequeña calle.

­¿Quieres? ­ me pregunta David señalando la bolsa. No reconozco lo

que lleva dentro.

­¿Que es? ­ le pregunto.

­No me preguntes, solo te hará sentir mejor. ­ abre la bolsa y de una

cartera saca una tarjeta, hace una línea recta con los polvos.

Estoy flipando, no porque me haya ofrecido droga sino porque David la

consume. Miro a mi alrededor y veo gente repitiendo lo que hace David.

No creo que me haga daño probar un poco, puede que me siente bien

como él dice,no tengo nada que perder. No me lo voy a pensar más,

veo como hace David y le imito, duele un poco pero poco a poco el dolor

pasa.

PARTE 3

Tengo la sensación de que me están taladrando la cabeza, me

encuentro entre las sábanas de mi cama, cosa que me extraña porque

no se como he llegado aquí. Lo último que recuerdo es la sensación de

dolor en la nariz y una visión turbia de las calles.

Me voy a la ducha y cuando me desnudo veo moratones en las piernas,

supongo que anoche me caí al suelo porque bebí bastante.

Poco a poco voy acordandome de cosas; David agarrandome del brazo,

me veo cayéndome al suelo, me veo riendome a carcajadas y me veo

perdida entre la gente, perdida sin David.

PARTE 4

Lunes 8:10 de la mañana. Mierda. Llego tarde, muy tarde, no me da

tiempo de llegar al colegio, llamo a mi padre y me dice que el me lleva,

me visto y salgo corriendo al coche.

Las 8:35 de la mañana.

Entro a clase, la profesora no ha llegado todavía, me siento en mi sitio y

hablo con mis amigas; Patricia me cuenta cómo le fue la fiesta, pero no

lo presto mucha atención a lo que dice, sigo pensando en la noche del

viernes, y continuo así hasta la hora del recreo.

Salgo a la calle y veo a un chico vestido de negro en la esquina de la

plaza. Me suena mucho la cazadora que lleva, ya la he visto en algún

otro sitio, me esta mirando muy fijamente como si fuera un lobo. Se va

acercando con las manos en los bolsillos.

Se me eriza la piel y siento el impulso de salir corriendo, pero estoy

petrificada.

Conforme se va acercando, voy recordando cosas. Un flashback acude

a mi cabeza, visualizo al mismo chico, el viernes por la noche. Es el

amigo de David, el que le vendió la droga.

Quiero irme, pero ya es demasiado tarde como para hacer nada.

Cuando pienso que por fin va a dirigirme la palabra, se saca una

pequeña bolsa del bolsillo y me la señala con la mirada, a la vez que

sonrie de una manera macabra.

Entonces consigo reaccionar y después de negarle repetidas veces con

la cabeza de una manera nerviosa, salgo de allí lo antes posible y me

voy a casa.

PARTE 5

Viernes, 19:30.

Han pasado dos semanas desde aquella fatídica noche y no paro de ver

al mismo chico en distintos lugares; en la puerta del colegio, en la

iglesia, desde la ventana de mi casa... Me siento desprotegida,

observada, afligida y cada vez que se da cuenta de que he sentido su

presencia, me vuelve a ofrecer lo mismo de siempre.

Por lo tanto, decido acudir a la única persona que sabe calmarme y me

transmite seguridad; mi abuela.

Después de pasar por una floristería y comprarle sus flores favoritas, los

lirios, me dirijo al cementerio donde esta enterrada.

Esta un poco apartado de la ciudad y esta empezando a anochecer.

Me tiemblan las piernas cuando consigo llegar hasta su tumba.

Cuando entro, la puerta chirría. No hay absolutamente nadie, ya que es

un poco tarde. Me encamino hacia su tumba, que esta entre las últimas.

Una vez delante de ella, dejo las flores en la lápida y dejo correr mis

lágrimas, mientras me arrodillo, al igual que me pasa desde que murió

hace pocos meses.

Todavia la puedo escuchar hablando, riendo y echandome la bronca por

dejar comida en el plato. La siento tan viva que no acepto su muerte, la

siento cuando me despierto y cada vez que me suena el móvil pienso

que ella me esta llamando para preguntarme por mis notas. Pero hace 5

meses que no llama y que no me da la paga, y que no se rie conmigo y

que no me echa la bronca.

Le empiezo a explicar los últimos acontecimientos de mi vida, y de algún

modo vuelvo a sentir que me escucha, desde alguna parte.

Estoy tan abstraída en mis pensamientos que no me doy cuenta de que

no estoy sola, hasta que escucho una fuerte respiración en mi espalda,

como si fuera el jadeo de una bestia.

Poco a poco me giro, cuando noto una mano en mi hombro, se lo que

me voy a encontrar.

Reconocería esa mirada de lobo en cualquier parte.


FOTOGRAFÍAS (PRIMERA PARTE)

 
 












 

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